Caracalla fue uno de los emperadores
romanos más sanguinarios, pese a que solo reinó seis años, del 211 al 217. Sus
atrocidades fueron cansando al pueblo, hasta el punto de colmar la paciencia de
su propia guardia, que finalmente acabó con su vida.
De pequeño se
dice que gozaba de carácter amable, afable, honorable, educado y responsable,
siendo siempre el ojo derecho de su padre. Hasta tal punto que a los diez años
su padre le concedió el título de César Imperator. Pero tras enfermar su padre,
el carácter de aquel adorable chico cambió radicalmente.
Ya antes del
inicio de su mandato al mando del Imperio romano, mostró su crueldad al ordenar
a los médicos que apresurasen la muerte de su padre, Septimio Severo, tras
resultar este herido en una batalla en Britania en el año 211.
Fastidiado de
tener que compartir el poder con su hermano Geta, Caracalla le hizo asesinar,
condenó a muerte a 20.000 ciudadanos sospechosos de ser partidarios de aquél y
aplacó el mal humor de los soldados llenándoles los bolsillos de sestercios.
Como Calígula,
el hijo de Severo fue conocido por el nombre de una prenda de vestir. Introdujo
en Roma una larga capa de estilo galo y de nombre caracallus. En realidad, su
nombre era Marco Aurelio Antonino.
Cada mañana,
al levantarse, el peculiar dignatario quería un oso vivo para conservar los
músculos en forma, se sentaba a la mesa con un tigre por comensal y se acostaba
con un león durmiendo entre sus garras. Naturalmente con los dientes y uñas
limadas (Historia de Roma; Indro Montanelli)
El nuevo
emperador se negaba a recibir a los senadores que se agolpaban en su antesala,
pero era cordial con sus soldados, a los que colmaba de favores. Caracalla
disfrutaba de la vida militar y le gustaba que le vieran vestido con uniforme
de soldado raso y usando un molino manual para moler su ración de grano hasta
convertirla en harina, lo mismo que hacía el resto de los legionarios.
Mediante la
Constitución Antoniniana, Caracalla extendió la ciudadanía a todos los varones
del Imperio, pero solo para aumentar el importe de los impuestos de sucesión,
al que solamente los ciudadanos estaban obligados. De política se ocupaba poco.
Su verdadera pasión eran la guerra y los.
Bajo su
gobierno se construyeron en Roma los enormes baños que llevan su nombre, que
cubrían 33 acres. Un día se entusiasmó y quiso imitar a Alejandro Magno.
Reclutó una falange armada y se dirigió a Persia; pero en los combates se
olvidaba de ser general porque se divertía más haciendo de soldado raso y
provocando al enemigo en luchas cuerpo a cuerpo.
Según el
historiador Dión Casio, el emperador romano ordenó a sus soldados que saquearan
Alejandría, la segunda ciudad del Imperio, por un delito trivial, y fueron
muertas miles de personas, entre ellos niños, ancianos y enfermos (El Imperio
Romano. Historia universal; Isaac Asimov)
Esos gestos y
otros provocaron que, en el 217, Caracalla fuese apuñalado hasta la muerte por
un jinete de su propia guardia, cuando se encaminaba a librar otra guerra
contra Partia. Apenas tenía 31 años.
Tal vez no sea
el más sanguinario, eso queda a su juicio, pero sin duda, otro rufián de la
misma calaña que Calígula. Ambos emperadores han sido odiados y repudiados por
su propio pueblo, hasta nuestros días, en los que hoy conocemos su historia.
Espero que hayáis
disfrutado con este malhechor, un saludo.
Atentamente,
F. Lirola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Y tú, ¿qué opinas?